Tatuajes con fecha de caducidad

Por Laura Tardón (El Mundo)
Fecha: 31/08/2014

laser-tattoo-removal-3Lo empiezan a llamar el efecto Melanie (Griffith), aunque el deseo de eliminar un tatuaje de la piel no siempre viene dado por un desamor. A pesar de no haber cifras oficiales, se estima que uno de cada cuatro españoles entre 19 y 29 años lleva algún tatuaje. Y, según Ricardo Ruiz, jefe de la Unidad de Dermatología de la Clínica Ruber, «el 60% de las personas que se realizan uno se arrepiente a los cinco años de habérselo hecho«. De hecho, en los últimos dos años, «este tipo de consultas ha aumentado un 30%».

Generalmente, son dibujos, nombres o fechas que recuerdan momentos especiales. Este era el caso de Melanie, que tras su divorcio con Banderas, decidió borrar el nombre de Antonio que llevaba ‘sellado’ en el interior de un corazón en su brazo derecho, algo para lo que ha necesitado tres sesiones de láser, según ha informado la Clínica Tufet.

Como señalan los dermatólogos consultados por EL MUNDO, también reciben muchos casos de personas que quieren eliminar un tatuaje porque les supone un obstáculo en el terreno laboral. «Para entrar en las Fuerzas Armadas, o para poder trabajar en algunas grandes superficies, por ejemplo», apunta Donís Muñoz, dermatólogo de Gandía y miembro de la Academia Española de Dermatología y Venereología (AEDV).

Para todos, el láser es el tratamiento de elección, concretamente el denominado Q-Switched. «Es el que más publicaciones y evidencia científica tiene», apunta Ignacio Sánchez-Carpintero, jefe de la unidad Láser de la Clínica Dermatológica Internacional. Consigue fragmentar la tinta en pequeñas partículas para favorecer así su eliminación. Lo hace mediante «la emisión de pulsos de alta energía, pero de poca duración, pudiendo llegar a generar hasta 10 disparos por segundo, que cubren una superficie de tres a cuatro milímetros», expone Muñoz.El haz de luz emitido por el láser es absorbido selectivamente por las partículas de tinta, las cuales, por efecto fotoacústico, estallan, se fragmentan y posteriormente son eliminadas tanto por la vía linfática como a través de la piel. A diferencia de los anteriores láseres, coinciden ambos especialistas, los resultados son más rápidos y mejores.

Aun así, no hay garantía de un borrado del 100%. Los resultados dependen de varios factores: del tipo de tatuaje (amateur o profesional), del color de la tinta, del tipo de piel, de la cantidad y densidad de la tinta, de la profundidad del pigmento, de la ubicación, de la antigüedad del tatuaje e incluso del hecho de que el interesado fume.

Normalmente, «un tatuaje del tamaño medio, como el de una cajetilla de tabaco, puede necesitar entre cinco y 10 sesiones«, señala el Muñoz (cada una de media hora), que se suelen completar en el transcurso de un año. Hay que esperar aproximadamente seis u ocho semanas entre una y otra, «para dar tiempo a que el organismo libere a través del sistema linfático los pigmentos destruidos y que la piel cicatrice correctamente», puntualiza el dermatólogo de la AEDV.

El color más fácil de borrar es «el negro, seguido del azul oscuro y el rojo. A partir de ahí, se complica, sobre todo con los azules claros, los amarillos y los blancos. Cuanto más claros, más cuesta quitarlos», asegura. La razón, apostilla Ruiz, es que «absorben peor la longitud de onda de la luz emitida por el láser, ya que contienen óxido de titanio o zinc y su composición es variable».

Respecto al tipo de piel, el paciente ideal es de piel clara y no bronceado. Cuanto más oscura sea su piel, argumenta Muñoz, más riesgo de quemaduras hay. Por eso hay que tomar más precauciones (reducir la potencia del láser)». Lo que ocurre es que con los fototipos de piel más oscuros, hay una mayor absorción por parte de la melanina y consiguientemente existen más posibilidades de crear cicatrices o alteraciones de la pigmentación de la zona tratada. «El láser no distingue las partículas de tinta, de la melanina, que es el pigmento natural de la piel». 

Otro elemento que puede aminorar el resultado final o requerir más sesiones es si el tatuaje está hecho por un profesional o por un amateur. A diferencia de los tatuajes amateurs que se realizan pinchando la piel con un número variable de agujas impregnadas de tinta, los tatuajes profesionales lo hacen empleando pistolas que generan impulsos eléctricos capaces de realizar 3.000 pinchazos por minuto y a una profundidad predeterminada. Por ello, los tatuajes amateurs son más fáciles de borrar y presentan una menor incidencia de complicaciones. Contrariamente, los tatuajes profesionales tienen una mayor densidad de tinta alojada en su interior, y a más profundidad, mayor dificultad para eliminarlos, aclara Muñoz.

Tintas no homologadas

No todas las tintas que se utilizan están homologadas, subraya Muñoz, y por lo tanto, se desconoce su composición. De hecho, «los pacientes que vienen a consulta no saben nada sobre la tinta» que en su día se utilizó para marcar su piel. «Podría ser homologada o clandestina. Por desgracia, la facilidad para importar y distribuir tintas de cualquier parte del mundo escapa a todo tipo de control». Por eso,los expertos recomiendan fotografiar el frasco de la tinta en donde conste la marca, lote, etc. y guardarlo durante años, ya que «en ocasiones, las tintas crean daños mucho tiempo después de ser empleadas».

Los problemas más frecuentes derivados de los tatuajes, aparte de las infecciones iniciales si las condiciones de higiene no son las óptimas o el cuidado es inadecuado, son las reacciones alérgicas, que aunque raras, pueden aparecer de forma inmediata o con el tiempo. «El paciente puede hacerse alérgico muchos años después«, plantea Muñoz. Cuando ocurre, se trata con corticoides.

En este sentido, remarca el especialista, el color más peligroso es el rojo, «número uno a la hora de provocar reacciones anómalas y efectos indeseados a lo largo de la vida del tatuaje. Estos, se pueden manifestar en forma de reacciones alérgicas, pseudolinfomatosas e incluso tumorales que precisarán la realización de biopsias con el fin de establecer un diagnóstico de certeza. «De cada 100 tumores localizados sobre la piel tatuada, 90 lo están sobre la tinta de color rojo», agrega. «Hasta la fecha, no se ha podido esclarecer la causa real de esta mayor incidencia de complicaciones provocadas muy especialmente por las tintas rojas».

Por el contrario, el negro es el más seguro. «Lleva carbón y no suele dar reacción alérgica», salvo que la tinta incluya algún aditivo. El número de sustancias que se puede emplear es ilimitado. Tal y como propone Muñoz, «todo tatuado debería disponer de una ficha personal en la que figurasen los datos del estudio donde se realizó el tatuaje, el nombre del tatuador, la fecha, las tintas empleadas para ello, su composición exacta, el lote de fabricación, etc. En la actualidad, por desgracia, esto es algo impensable». Desde el 1 de enero de 2014, en Francia están prohibidos 59 colorantes de los 153 utilizados en el negocio de los tatuajes, por el riesgo que tienen de provocar alergias y de ser nocivos para la salud.

Aparte de ser necesaria una regulación al respecto, la dificultad para eliminar tatuajes no sólo depende de los colores, también incrementa cuanto mayor sea la profundidad, el grosor de la capa de tinta y los años de vida del tatuaje. En palabras de Ricardo Ruiz, «los dibujos más viejos son más difíciles de borrar, ya que con el paso del tiempo las partículas de tinta van penetrando en capas más profundas de la piel».

Además, la ubicación en el cuerpo también suma puntos. «Prevemos más lentitud de borrado en las zonas más alejadas de los ganglios linfáticos, como las muñecas o los tobillos«. Generalmente, es más fácil eliminar un tatuaje cuando este se localiza en la proximidad de los paquetes ganglionares (cuello, axilas o ingles), que cuando lo hace en zonas distales (muñecas, tobillos o pies). La proximidad hace que el trabajo de los macrófagos (células del sistema inmunitario encargadas de destruir los cuerpos extraños) sea mucho más rápido. De igual modo que cuando una herida está cerca de una zona muy vascularizada se cura con mayor celeridad y cicatriza mejor.

Además, según un estudio publicado en 2012 en Archives of Dermatologyfumar puede reducir hasta un 70% las probabilidades de hacer desaparecer un tatuaje con éxito en 10 sesiones de tratamiento. El tabaco podría mitigar la acción de los macrófagos y «obstaculiza la curación de las heridas», explica Sánchez-Carpintero.

Siempre bajo control médico

Sea cual sea el caso, el proceso siempre ha de desarrollarse bajo control médico, y «mejor si es por un dermatólogo», apostillan los dos especialistas, para evitar problemas médicos y técnicos. «Los equipos que se emplean en estudios de tatuaje y centros de estética suelen ser de muy baja calidad y fiabilidad», detalla Muñoz. «Los dermatólogos disponemos de los conocimientos necesarios, así como de los equipos más avanzados». No todos los equipos de láser Q-Switched son iguales, y es por ello que el precio de estos dispositivos puede oscilar entre los 4.000 euros -los chinos- y los 50.000-100.000″. La única contraindicación que existe para someterse a este borrado de tatuajes, comentan los dos dermatólogos, son las personas con problemas de cicatrización y con problemas de coagulación.

Cada sesión suele durar unos 30 minutos (con un precio entre 200 y 400 euros, que varía en función del grosor, del tamaño del tatuaje y de la calidad del equipo). En cada sesión, argumenta el dermatólogo de la AEDV, «podemos hacer entre 5.000 y 20.000 disparos con el láser. Utilizamos anestesia local». Los resultados se van viendo a medida que avanza el tratamiento. Al principio, «puede quedar una mancha de color rosado en la zona del tatuaje». En algunos casos, «puede que no se note nada, que se vea una especie de negativo del mismo, o una pigmentación más clara de la piel». Este efecto es bastante habitual, dice el especialista. Por lo general, sólo es temporal. Además de posibles alteraciones de pigmentación, también la textura se puede ver afectada, así como la persistencia de tintas resistentes o refractarias al tratamiento.

Hay que tener en cuenta que con el tratamiento, «en mayor o menor grado, provocamos herida sobre la piel. La dermis permanece agredida de 10 a 15 días, que es el tiempo que tarda en curar la piel tras cada sesión de láser», explica Muñoz. «Una vez curada la herida, entre las sesiones, recomendamos el uso de cremas de rosa mosqueta y si hubiera exposición al sol, fotoprotectores «, añade. Es más recomendable hacérselo en invierno que en verano. De hecho, asegura el experto en dermatología, » por cada 10 procesos de eliminación que se realizan al año, sólo uno se hace en verano».

Antes de empezar con las sesiones, «hablamos con el paciente y tenemos en cuenta sus circunstancias», puntualiza este galeno. Si necesitan eliminar el tatuaje con rapidez, generalmente por cuestiones laborales o por desamor, «utilizamos más potencia para provocar mayor destrucción del pigmento en el menor tiempo posible, lo que implica más riesgo de cicatriz, algo que el paciente asume». Pero si el interesado tiene tiempo y lo que busca es un resultado lo más perfecto posible, «usamos potencias más bajas para destruir el pigmento poco a poco y pulir así el resultado».  

 

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